La compra de una vivienda es una de las decisiones más transcendentales que podemos tomar a nivel económico y eso exige una implicación a todos los niveles.
Pero a pesar de intentar mostrarnos racionales, muchas veces intentamos justificar la preferencia por una vivienda u otra, guiada por instintos o sensaciones, con razones más o menos sopesadas que hacen que simplifiquemos la decisión. Y todo esto nos lo explica el estudio «¿Podemos ser racionales al comprar una casa? Una visión desde la Economía Conductual», de Guillermo García-Badell y Manuel Blanco.
Según el Premio Nobel de Economía de 1978 Herbert A. Simon frente a un problema complejo, bien sea porque no tenemos acceso a todos los datos o bien porque no somos capaces de procesar una cantidad elevada de estos al mismo tiempo, el caso es que es imposible valorar de manera racional todos los aspectos relevantes de todas las alternativas posibles.
Es la teoría de «la racionalidad limitada».
El estudio plantea algunos principios que afectan especialmente a la hora de tomar la decisión de comprar una vivienda.
Este es el primero:
– Cuentas mentales utilizadas cuando valoramos nuestra propia casa. La particularidad de la vivienda como producto es su doble condición : se compra para su uso y se pretende hacer con ella una buena inversión. Además los compradores de una casa suelen ser vendedores de la anterior, lo que en principio debería favorecer un comportamiento racional, valorando todas las decisiones a escala global de utilidad. Pero este planteamiento no tiene sentido si se tiene en cuenta el «Principio de «aversión a las pérdidas»: los consumidores tendemos ser conservadores, afectándonos cualquier pérdida mucho más respecto de las ganancias. Este proceso según su autor, Thaler, se hace de acuerdo a una serie de cuentas mentales que explicarían algunas características del mercado inmobiliario:
- Segregación de ganancias: en relación a un punto de partida cualquier ganancia por pequeña que sea es buena. En un inmobiliario creciente los propietarios ven que pueden amortizar su inversión y se apresuran a vender sin pensar que sus futuras casas también serán más caras.. Las transacciones se multiplican y los precios suben.
- Integración de las pérdidas: cualquier pérdida respecto a una referencia inicial, es percibida como un auténtico drama. Frente a mercados a la baja el propietario se resiste a vender, incluso cuando la venta irá a asociada a una compra posterior en la que sacar provecho. El vendedor prefiere integrar sus pérdidas, bajar el precio cuando el mercado ha caído en picado en lugar de hacerlo de manera progresiva.
- Cancelación de pérdidas y «silver linig principle». Una vez conseguida una venta los propietarios suelen comprar de nuevo una casa y así compensar pérdidas y ganancias. Huyendo de las pérdidas buscan cancelarlas, es decir, igualar lo perdido con lo ganado. Como esto no es siempre posible se aplica el «Silver lining principle», es decir, una especie de «sálvese quien pueda», si no somos capaces de pagar todas nuestras deudas preferimos mantener estas intactas y disfrutar de las ganancias por otro lado.
Curioso ¿no? La compra de una vivienda es un consumo con unas características propias y muy especiales.
Carmen Castellanos
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