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Dadme flores, siempre flores

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Lo cierto es que nos encantan, tanto en viviendas, como en locales o tiendas. Las hemos visto en Loewe: la firma española adornó su fachada en la calle Serrano de plantas trepadoras con bombillas azules y rojas, convirtiéndola en una casa encantada, en otra ocasión apostó en su puerta árboles de tronco y ramas blancas, como abedules, iluminados con farolillos y guirnaldas doradas, y ha recurrido a las plantas para celebrar las estaciones.

Nosotros también, como Claude Monet tenemos la necesidad de “tener flores siempre, siempre”. Y vegetación, porque el verde da frescor y naturalidad a un espacio.

En muchas ocasiones hemos recurrido a jardines verticales, en terrazas o paredes interiores, que relajan a la vez que despiertan los sentidos. Las plantas artificiales pueden convertir un muro en un lienzo, donde Van Gogh, Monet, que afirmaba “creo que me he convertido en un pintor de flores”, o el mismísimo Sorolla, podrían haber recreado uno de sus cuadros.

Monet, cuando se instaló en Giverny, en 1883, transformó el terreno que descendía desde la casa en un jardín rico en perspectivas, simetrías y colores, donde flores de diferentes alturas crean volúmenes. Mezcló las flores más sencillas con las más singulares, aliando las variedades según su tono. ¡Un raudal de color, aroma y belleza!

Joaquín Sorolla también utilizó sus jardines como refugio, diseñando el de su casa, hoy el Museo Sorolla, haciéndolo protagonista de muchos de sus cuadros, un jardín mediterráneo con rasgos de la jardinería del renacimiento italiano e hispanoárabe. Las flores también fueron objeto de un símbolo de amor entre él y su esposa, Clotilde: en la correspondencia con su mujer era habitual que incluyera flores prensadas y que preguntara sobre el jardín, ya que ella era quien lo cuidaba. Un rosal también sería protagonista de su historia de amor: cuando murió Sorolla, el rosal dejó de echar flores y cuando murió ella, el rosal también murió.

Y esta es nuestra premisa: dejar entrar la naturaleza en nuestras casas. Porque ella nos devuelve a nuestros orígenes.

“Aunque nada pueda hacer volver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo”.

“Oda a la inmortalidad”. Wiliam Wordsworth

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